Porque me niego a llamarla por su ridículo nombre clave; Mariposa Mental (en el original Psylocke). Betsy siempre me ha parecido uno de los personajes más desperdiciados en el universo marvel, y es que la chica tiene un pasado apasionante y unas peculiaridades que deberían haberla convertido tiempo atrás en líder indiscutible de los X- Men.
Pero ahí es donde nos chocamos con los muros de las mentes cuadradas yanquis. Y es que por mucho que cambien las cosas, no deben cambiar lo suficiente como para que un aficionado que deja los cómics durante 20 años, vuelva a leerlos y se encuentre perdido. En otras palabras, llevan dando círculos desde los años 60. Y bueno, sea, por eso mismo dejé de leer cómics mutantes tiempo atrás, pero aún así, de vez en cuando me entra morriña y efectivamente descubro que las cosas no han cambiado mucho, o más bien nada.
Yo conocí a Betsy en los años 90. Ya tenía el cuerpazo que la hizo famosa, el de una ninja japonesa, chunga y que traía loco al mismísimo Cíclope. Tardé en descubrir que era hermana del conocidísimo Capitán Britania, que ella misma había luchado por su país antes de convertirse a la causa mutante, que había perdido la vista a causa de una paliza y que le habían cambiado el cuerpo con la más adelante llamada Revancha, una ninja asesina que estaba en un punto de no retorno. Con ese historial conocí yo a esta telépata silenciosa y guerrera.
Y si uno coge los viejos cómics dibujados por mi buen amado Alan Davis se da cuenta de que la Mariposa Mental que conocemos hoy, poco tiene que ver con aquella niña pija de acento inglés, cartucheras marcadas y pelo esponjoso. Ahora a los dibujantes a veces se lo olvida que tiene que tener los ojos rasgados, y a los guionistas que no solo es un arma de matar.
Aún así, yo siempre le tendré especial cariño dentro del mundo mutante, aunque solo sea por haber conseguido (muuuucho antes que Emma Frost) romper el matrimonio-noviazgo más tedioso y absurdo de la Historia de los X-Men.
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